lunes, 13 de julio de 2015

Manabitismo



“Donde come uno comen dos”, esta es la frase característica de Alba Saltos, quien a pesar de pertenecer a la tercera edad, prepara diariamente la comida para diez integrantes de su familia.
Esta manabita, que vive en el sitio Sosote de Rocafuerte, no puede dejar que uno de sus invitados se vaya sin probar tortillas o corviches hechos en su horno de leña. 
Sus familiares mencionan que incluso Alba puede quedarse sin comer por darle un “platito” al resto. 
Obsequios. Este valor de generosidad también se aprecia en Andrés Montes, de Puerto Loor, Rocafuerte. Él dice que cada visitante se va de su casa mínimo con un coco o zapallo. 
Sin embargo, esta hospitalidad no solo sucede en las zonas rurales. En la ciudad también hay ciertas personas que mantienen esta costumbre. 
Leither Guerra fue una de ellas. Sus nietos recuerdan que cuando vivía, cada visita les ofrecía de comer lo que tenga en la refrigeradora, que por lo general era un helado con gelatina. Ellos coinciden en que, antes de saludarlos, ya estaba revisando en la cocina qué prepararles. 
Así también Clotilde Zambrano, quien a sus 78 años aún sabe preparar un flan de coco, el cual sirve como postre en casos de visitas imprevistas. 
Esta portovejense recalca que siempre en su casa los visitantes son bienvenidos. “Si estamos almorzando, le echo más agua al caldo”, comenta entre risas. 
Carlos Zambrano, sociólogo chonense, manifiesta que al ser una cultura abierta al comercio, se multiplican los gestos de buena voluntad para entenderse con el otro. 
Recalca que el manabita es una persona muy trabajadora. Le gusta dar muestras de su laboriosidad, lo cual se refleja en la comida que puede ofrecer. 

Sin embargo, en el ‘Manabí profundo’ esta tradición aún perdura y se espera continúe a lo largo del tiempo

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